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Un futuro incierto: El pequeño comercio

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El pequeño comercio en España

 

Una advertencia seis meses atrás sobre un virus que pondría en peligro las economías aparentemente más estables a nivel mundial, hubiese resultado improbable, alarmista y conspirativa (tema que prefiero dejar de lado en esta reflexión). Hoy en día, se hubiese configurado como una alerta oportuna ante una inminente recesión económica que no discriminará ante Gobiernos o esquemas sociales.

La inexistencia de precedentes históricos comparables con la actual crisis que atraviesan nuestras Naciones y sus obsoletos sistemas económicos; aunado a la incertidumbre que genera el desconocimiento de una pandemia vírica, para la cual los protocolos de actuación se materializan a medida que, su duración se prolonga y que la cifra de contagios y decesos alcanza niveles significativos en pocas horas; parece dificultar la realización de estimaciones sobre el verdadero impacto económico que esto supondrá a mediano y largo plazo para miles de empresas y familias.

Los pequeños comercios de nuestros barrios, caracterizados por no contar con muchos empleados y, que en ocasiones son gestionados por su núcleo familiar o amigos cercanos, conforman el primer eslabón de la estructura económica que mantiene el engranaje en funcionamiento.

Son ellos, los primeros en atravesar las trabas burocráticas impuestas por el Estado y, en reavivar los fantasmas de la recesión y recortes de empleo que parecen factores perdurables en lo que resta de año. Pese a esto, en medio de un campo de zozobra que cubre nuestras ciudades y pueblos, los comercios de proximidad que no han sido obligados a cesar sus funciones por considerar que prestan servicios de primera necesidad, se enfrentan a una notable disminución de sus ingresos.

Algunos con poco menos de dos años en su sector, no han logrado generar ganancias significativas que no se limiten a cubrir las cuotas o deudas asumidas para el funcionamiento general de su establecimiento, así como el pago del alquiler y servicios básicos, el pago de salarios a sus trabajadores, y el costo de la elaboración y adquisición de productos. Otros, alcanzaron a sortear la crisis financiera global del 2008, pero ante una amenaza distinta e impredecible, reconocen su incapacidad de mantenerse a flote ante tan inesperado escenario.

 

Frente a todo infortunio, el 17 de marzo el Gobierno Español aprobó un Real Decreto-Ley que recogía las medidas acordadas en el Consejo de Ministros para brindar sustento a familias en situación de vulnerabilidad; paliar y brindar soporte a trabajadores y autónomos que vean minorados sus ingresos; y apoyar empresas con liquidez y flexibilidad de tiempos, permitiéndoles preservar el empleo de sus trabajadores.

 

Entre las medidas de apoyo al sector empresarial encontramos: a) Aprobación de una línea de financiación específica a través del Instituto de Crédito Oficial para atender las necesidades de liquidez de las empresas y trabajadores autónomos del sector turístico, así como de aquellos que posean actividades relacionadas y que estén siendo afectados por la situación actual; b) Ampliación de las bonificaciones a la Seguridad Social para contratos fijos discontinuos que se realicen entre los meses de febrero y junio en los sectores de turismo, comercio y hostelería vinculados a la actividad turística; c) Permisión para que las empresas que se han beneficiado de préstamos por parte de la Secretaría General de Industria y de la Pequeña y Mediana Empresa, puedan aplazar su reembolso; y d) Flexibilización de los aplazamientos del pago de impuestos durante un periodo de seis meses (previa solicitud) con bonificación en los tipos de interés.

Sin embargo, las pymes que frecuentabas o en quienes depositas tu confianza para proveerte de productos, son el primer nivel aniquilado frente al impedimento de competir en igualdad de condiciones con las grandes superficies. Las medidas económicas han quedado deficientes ante los comercios locales, quienes deben apostar su sobrenado en gestores y abogados que reconocen la insuficiencia de las directrices y su compleja aplicación a nivel práctico.

Mientras redacto estas palabras, o aprovechas tu tiempo para leerlas, el comercio de proximidad está intentando eludir todas las vicisitudes, deshojando margaritas ante su posible extinción. Ellos; que intentan mantener una cuota de normalidad ante el caos general que atravesamos como sociedades, se animan a levantar las persianas de sus negocios; de los cuales su pequeño núcleo familiar también se alimenta y enfrenta los gastos del día a día, para que nosotros podamos continuar encontrando espacios dónde adquirir lo esencial, o para que no necesitemos salir de casa, ofreciéndonos servicios a domicilio que suponen un riesgo importante ante un enemigo invisible, que ha sido capaz de poner en jaque a los tratamientos médicos existentes y a las potencias económicas más relevantes.

Estos emprendedores incansables se confrontan a diario con ventas que no suponen dividendos, porque las mismas sólo servirán cómo medios para completar todas las responsabilidades económicas previamente asumidas. Encima, deben carear el conflicto que supone reducir las jornadas laborales o aplicar futuros ERTEs para otros pequeños núcleos familiares que sobrellevan gran parte de su renta en estos empleos.

Es importante reconocer su admirable labor en el intento de mantener la rutina, ocupando sus mentes y trabajando en aquello que en un primer momento los impulso a apostar en esta Nación; resultando útiles con su tiempo al enfocar sus esfuerzos en producir algo, lo que fuese, para no ensimismarse en la ansiedad, la sensación de vacío, el desgano de no estar cumpliendo ningún propósito, porque sí, el trabajo también es salud, y se fundamenta cómo un rol básico y central en la vida de los seres humanos, ya sea por las horas que le dedicamos, o por la satisfacción que nos genera al cubrir nuestras necesidades económicas y por permitirnos interrelacionarnos en otros aspectos.

En estos momentos, cada quien construye los conceptos, rutinas y esquemas que le brindarán; ante el desasosiego de un futuro incierto, la posibilidad de enfrentar un enemigo que amenaza con no dejarnos respirar, y que logra su cometido de formas metafóricas, porque nos ahoga emocionalmente y restringe nuestro significado de libertad.

Desde mi modesto escritorio de confinamiento, deseo que ese sentimiento de contribución que fomentan nuestros comercios de proximidad, fuese uno de los pilares de construcción para un nuevo entramado social que rija nuestras comunidades.

Que aquellos que me leen se animen a continuar apoyando el emprendimiento y el fomento de nuestra identidad local.

Y a ti pequeño empresario, que tu comercio continúe dinamizando la economía local y humanizando nuestras ciudades.

 

1 comentario en «Un futuro incierto: El pequeño comercio»

  1. Tanta gente que le tiene miedo al cambio, y tantos cambios que se vendrán. Acá, desde el tercer mundo, donde el sistema económico, social, de salud y cultural no está preparado para este tipo de crisis, uno solo vislumbra un panorama oscuro.
    El momento preciso para evaluar los gobiernos y sus políticas de Estado.

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